El cartel tenía los rostros de Peña Nieto, Loyola (presidente municipal de Querétaro) y Clazada (Gobernador del estado) los tres, del PRI. El cartel tenía varios párrafos y al final "¡LADRONES! me causó mucha intriga. El hombre respondió que era porque él no estaba de acuerdo con la imposición de Peña ni con los gobiernos del PRI. Creo que sintió confianza en mi voz y me contó muchas cosas. Me mostró su IFE con el nombre de Martín y apellidos que no recuerdo. Me mostró cartas del gobierno del estado que lo certifican para trabajar y me explicó que aun con la carta, nadie le quería dar trabajo. Martín me contó después que su esposa es esquizofrénica y que está en una institución mental, me contó que él tiene que mantener a sus hijos y que en ninguna escuela les quieren dar becas. Martín se acercó un poco más a mi y me dijo que el si quiere laborar, que tiene todas las ganas del mundo de sacar el sustento de su pequeña familia con sus propias manos. Martín también me dijo que a veces no había que comer en su casa pero que dios siempre estaba con ellos. Que el tiene fe, toda la fe del mundo en que va a salir adelante. Para entonces yo ya estaba llorando como niño pequeño. Me ahogaba un poco entre las lágrimas y cuando tomaba aliento le preguntaba más cosas, haciendo todo el esfuerzo del mundo por que no se diera cuenta de que estaba llorando. Lo escuché por casi diez minutos, ahí ,en medio de la acera. Le di un fuerte apretón de manos a Martín, todo el dinero que tenía conmigo y un ligero abrazo. Le deseé mucha suerte, le dije que ya habrá justicia para todos y me fui entre lágrimas. El resto del trayecto a mi casa fue una lucha contra el llanto.Al llegar a mi casa prendí la computadora y me puse a leer de Salvador Allende, un hombre del que sabía muy poco y ahora sólo sé poco. Su último discurso me pegó y muy duro. Momento perfecto para escucharlo, me gustaría compartirlo en su totalidad pero por razones de espacio compartiré sólo el final.
Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi voz ya no llegará a ustedes. No importa. La seguirán oyendo. Siempre estaré junto a ustedes. Por lo menos mi recuerdo será el de un hombre digno que fue leal con la Patria.
El pueblo debe defenderse, pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar, pero tampoco puede humillarse.
Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
Trabajadores de mi Patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo en el que la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor.
¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan los trabajadores!
Después de leer varias veces unos cuantos textos sobre y de Allende, me rendí de la computadora y me dispuse a continuar con el libro del Che, por primera vez en largas semanas. Ya leí toda esta parte del libro, pero no me molesta leer esas primeras trescientas páginas de nuevo, además esta nueva edición está plagada de anécdotas y detalles que no estaban en la pasada. Como ya he mencionado esto antes (creo) Ernesto Guevara causa un impacto muy peculiar en mi ( bueno, creo que en todos). El Che quema, el Che me hace sentir incómodo con mi situación. Aquí estoy, sentado con mi uniforme de "la institución", tomo Coca Cola casi todos los días y uso mi iPod hasta en la escuela. Hoy duermo en mi cama calientito, no duermo en lo profundo de un callejón con el frío que se siente en los huesos, con un iPod que me despertará mañana, no con una cuchillo que tengo por prevención. Hoy duermo con mi estómago lleno, con comida y bebida a mi gusto y placer, en cambio allá afuera hay millones y millones de seres humanos que soñarían con una posición tan privilegiada como la mía. No entiendo la indiferencia de todos.-Salvador Allende
El Che me reclama de no estar allá afuera, tratando de hacer algo... o por lo menos de dejar de comprar Coca Cola y de vender mi iPod y usar el dinero para una causa noble.
Hoy duermo con muchos sentimientos rondando mi cabeza, pero sobre todo... hoy no duermo tranquilo. Mañana probablemente se me olvide todo y vaya a la escuela como sin nada. Pero no se cuantos encuentros con gente como el de hoy con Martín pueda resistir. No sé cuanta culpa más pueda aguantar.
Me despego del libro del Che porque ya lo estoy mojando y tirando lágrimas por todos lados. Escribo esta entrada con los puños duros, duros y llenos de ira. Ira que nace de esa tristeza, ira y sed, sed de justicia.
Esa justicia que hoy le prometí a Martín con un apretón de manos, esa justicia por la que no descansaré nunca.